Panamá
Aquella noche de 1982, la embajada de EE. UU. en Bogotá fue clave para recuperar los pasaportes e instrumentos de la orquesta del salsero retenidos por los mafiosos.
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Por: Equipo de redacción
En 1982, Héctor Juan Pérez Martínez, conocido mundialmente como Héctor Lavoe, viajó a Medellín tras su éxito con temas como “El Cantante”, “Periódico de Ayer” y “Juanito Alimaña”.
Lo que no imaginó fue que aquel viaje lo llevaría, sin saberlo, a una de las fincas del capo Pablo Escobar, que había solicitado a gritos la interpretación de su himno salsero favorito.
Según relató el periodista Juan José Hoyos, Lavoe y su orquesta aterrizaron en helicóptero en una propiedad apartada, escoltados por guardaespaldas.
A las pocas horas, un taxista local los trasladó desde el aeropuerto José María Córdova hasta el Hotel Continental de Medellín y, de allí, al escenario improvisado en la finca. El cantante, elegante pero descalzo, inició el show al filo de la medianoche.
El contrato pactaba un número fijo de canciones y clausura a las 2 a. m.; sin embargo, un invitado de alto rango, un mafioso cercano a Escobar, exigió escuchar “El Cantante” una y otra vez.
“Señor, puede ser quien sea, pero esta canción no la canto más; el concierto se acabó”.
Su negativa enfureció al anfitrión, por lo que fuer amenazado con un arma apuntándole a la cabeza y Lavoe se vio obligado a ceder y entonar la pieza por décima ocasión.
Tras la décima interpretación forzada, el cantante y sus músicos fueron conducidos a un baño de la finca; allí, aprovechando un descuido de los guardias, Lavoe rompió un cristal y escapó por una ventana diminuta hacia la oscuridad de la selva.
Descalzo y herido, caminó varios kilómetros hasta dar con la Transversal Superior de Medellín, donde detuvo un taxi de forma desesperada.
El taxista, incrédulo ante el desconocido que pedía ir al “Hotel Intercontinental” sin efectivo, exigió una prueba de identidad, por lo que con fastidio, Lavoe interpretó una vez más “El Cantante” y logró convencer al conductor que lo llevó al lugar en el que se estaban hospedando.
Ya en el hotel, Lavoe se comunicó con el asistente de su mánager, quien coordinó con la Embajada de Estados Unidos en Bogotá que al día siguiente un funcionario diplomático llegara hasta la finca para reclamar pasaportes e instrumentos retenidos por los mafiosos.
Gracias a esa intervención, la orquesta fue liberada al amanecer y sus herramientas musicales fueron devueltas en un camión fletado para tal fin.
La versión del taxista, recogida primero en una columna del periódico con circulación en Medellín, El Colombiano, y luego en una entrevista para Salserísimo Perú, fue corroborada por el escritor Humberto Valverde, que en uno de sus libros consignó el testimonio del hijo de uno de los músicos, Gilberto Colón Jr., que compartió los mismos detalles.
Héctor Lavoe regresó a Nueva York con una anécdota que marcó su carrera y reveló el precio humano de una época en la que la música latía al ritmo de la violencia y el imperio del miedo.